martes, 20 de noviembre de 2012

¿Y si...?

Es como un vicio; un juego envolvente del que mi mente no puede escapar. En momentos de nostalgia, cuando miro hacia atrás, al camino recorrido, y vuelvo a mi presente, no puedo quiero evitarlo. El juego del ¿Y si...? me hechiza.
No tiene por qué ser un reflejo de insatisfacción vital (al menos, no siempre). Tampoco es resultado único de la melancolía, de la sensación de pérdida que conlleva el paso del tiempo y los distintos cruces que sobrepasamos en el camino. Es algo más profundo, yo diría que incluso filosófico. Plantearte qué habría pasado si en vez de estudiar Filología hispánica hubieras hecho Derecho, por ejemplo. O si aquella noche, te hubieras quedado en casa, como querías, o te hubieras marchado de aquel lugar tres horas antes, como solías hacer. Qué habría pasado si en vez de hacer el tema 35 en la oposición, hubieras hecho el 7. O si hubieras elegido aquel trabajo que te ofrecieron, por el que tanto dudaste. ¿Y si no hubieras acudido a aquella cita velada? ¿Y si hoy hubiese hecho macarrones en vez de arroz?
Bromas aparte, este "juego" embriagador me hace sentir vértigo y, como le decía a una amiga hace poco tiempo, me da hasta miedo. Quizá porque me devuelve la consciencia de nuestra vulnerabilidad ante el destino; de la trascendencia que puede tener cualquier decisión, por pequeña que sea, cualquier pequeña bifurcación que encontremos en la senda de la vida. ¿Hasta dónde hacemos el camino y hasta dónde nos viene hecho? O, por decirlo de otro modo, ¿qué es más tranquilizador: contar con un modo determinismo ante el que poco podemos hacer, o cargar con una pesada libertad, que va enredando y desenredando la madeja de nuestra historia?
¿Y si me dedicara a planchar, en vez de escribir estas tonterías?


sábado, 27 de octubre de 2012

Escribir por escribir

Decía Einstein que "en tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto". Quizá sea ésa la razón por la que llevo unos meses dejándola volar y planteándome alternativas. Hace un año ni se me pasaba por la cabeza hacer un posgrado; sólo con estudiar la oposición cada dos años tenía cubiertas mis expectativas de eterna estudiante. Sin embargo, ahora tengo ganas de hacer alguno.
Con la escritura me pasa algo parecido. Siempre he hecho mis pinitos, pero nunca de forma organizada. Hasta ahora, todo lo que he escrito ha sido por impulsos. Cualquier cuento, artículo o incluso entrada del blog han sido fruto de una fiebre de inspiración que he necesitado plasmar en el papel con urgencia. Nunca he llevado el típico cuadernillo de notas que veo en muchos escritores; un cuaderno donde apuntar observaciones o ideas a las que luego van dando forma en su proyecto de obra. Soy un desastre en ese sentido. A mí, cuando me da, me da: empiezo a escribir y necesito hacerlo de un tirón, aunque acabe a las tres de la madrugada con un bebé que me despertará pocas horas después. Por eso todo lo que he escrito hasta ahora es breve. Soy incapaz de enfrentarme a una novela. Creo que en la escritura soy igual de bulímica que en la lectura. Voy a atracones que no puedo detener. Pero la crisis me está haciendo cambiar en esto también. Ahora que estoy parada, en los momentos que me deja mi terremoto, estoy imponiéndome el escribir como tarea.
Empezó como un juego literario, incluso como un reto: un concurso encontrado en la red con unas bases muy restrictivas y un suculento premio. A partir de ahí, le estoy cogiendo gustillo a esto de enfrentarme al folio en blanco. Me siento bien escribiendo; siempre me he sentido bien, pero ahora disfruto incluso sin saber sobre lo que voy a escribir, sin ese efecto catártico que siempre tenían todos mis escritos. Ya no escribo sólo por urgencia. Ahora también escribo por escribir. Y me encanta.


jueves, 18 de octubre de 2012

Tampoco es pá tanto...

Leo en un periódico de la red que Wert nos pide a familias y docentes "mayor implicación" en la educación de los hijos. Me parece bien; toda implicación es poca para formar a nuestros descendientes. Está bien que los políticos nos pidan esfuerzos para solucionar las crisis de otros. Que, además, los soportemos con la boca cerrada como buenos ciudadanos. Incluso que nos "animen" a educar mejor.
Eso sí: también nosotros tendremos que pedir (no va a ser sólo dar y aguantar). Y qué menos que exigir como ministro de lo-que-sea a una persona preparada y con experiencia suficiente en el sector. Leo en la wikipedia que el citado señor ministro no ha ejercido en nada que se acerque lo más mínimo al mundo educativo. Aunque, claro, no hace falta ir a la wikipedia para saber que este señor no tiene ni puñetera idea de Educación. Con oir sus perlas día sí y día también tenemos más que de sobra.
Como humilde interina de enseñanza secundaria, puedo afirmar con rotundidad que todo aquel mayor de treinta años, sin hijos en un centro público, sin ninguna vinculación con la docencia, sabe de la situación actual en las aulas lo mismo que yo de chino. Cuando algún treintañero alega en defensa de los recortes que en su clase eran 40 y tampoco es pá tanto no sé si llorar o reírme en su cara.
En mi instituto, mi curso fue de las últimas promociones (si no la última) antes de la temida ESO. Éramos treinta y pico en clase, cada uno de nuestro padre y nuestra madre, sí. Había repetidores, compañeros que estaban allí obligados por sus padres, algún gamberro... Pero el grupo más variopinto que pueda imaginarse en aquel BUP no es comparable ni a lo lejos con un grupo de la ESO actual. En primer lugar, en nuestra época, no recuerdo que hubiera inmigrantes en las aulas (y los pocos que hubiera se quedaban en primaria, así como los alumnos que tuvieran una discapacidad). Todos hablábamos español -mejor o peor- y no necesitábamos ninguna adaptación significativa. En la mayoría de los casos, el profe llegaba con su clase preparada, la impartía ante un grupo bastante homogéneo, resolvía dudas y ciao.
Voy a poner un ejemplo de lo que sería una clase en un grupo cualquiera hoy en día. Un ejemplo real, de mi experiencia: Alrededor de 5 minutos para que todo el mundo esté sentado y con el material preparado (dependiendo del grupo, puede ser menos de un minuto o media hora); 10 o 15 minutos para atender al chico ciego que lleva su propio material y a los dos ACNEEs con nivel de 3º y 5º de primaria; otros 5-10 minutos para revisar y mandar trabajo de español básico a los dos marroquíes que no entienden casi nada en nuestro idioma; otros 5 minutos para amonestar al alumno que ha venido de casa con la mochila vacía y se dedica a insultar al compañero, diciendo que quiere que lo vuelvan a expulsar, que sus padres no están en casa. Lo que queda de clase intentas atender al resto de alumnos, tan de su padre y de su madre cada uno como lo éramos nosotros (incluso más).
Y no he puesto un ejemplo de grupo conflictivo -esto entraría en la media-. El día que os cuente una hora de Lengua con mi querido 2ºD, no volvéis a ver pelis de terror.
Yo animo a todo el que piensa que los recortes no son tan perjudiciales, que se pase un día por un instituto cualquiera. Para que vea si nos implicamos o no. Y si es lo mismo un grupo de 30 que de 35. Porque implicación nos pueden pedir, pero milagros, a la virgen de Lourdes.


sábado, 29 de septiembre de 2012

El agua marrón

Hay gente a la que le relaja la lluvia. Supongo que será una sensación parecida a la de escuchar las olas, tirada en una toalla, al sol, con los ojos cerrados. O parecida al rumor de agua del spa, mientras te hacen un masaje estimulante acompañado del olor a canela. Digo "supongo", porque para mí es completamente imposible asociar la lluvia con tranquilidad, paz o relajación.
Es oír llover (con fuerza, no cuatro gotas) y me pongo en un estado de alerta tal como si sonara la alarma de un bombardeo. No puedo evitarlo: Odio la lluvia. Sé que es bueno que llueva, para las cosechas, el medio ambiente y todas esas cosas. Pero lo mío es un odio visceral -como casi todos los odios-, y por mucho que me cuentes lo positivo que es, seguiré sintiendo lo mismo al oír llover.
Creo que fue a finales de los 80, aunque no estoy segura. Por alguna razón, siempre que hemos hablado en casa de aquello, recordamos las vivencias de cada uno con todo lujo de detalles, pero nunca llegamos a comentar ni yo pregunté la fecha exacta en la que ocurrió (es lo menos importante). Tampoco he buscado después información. Todo lo que conservo en mi cabeza son las evocaciones de una niña de ¿5? años.

La atronadora tormenta me despertó en mitad de la noche. Recuerdo la impresión al bajar de la cama: había agua; un agua congelada que me llegaba a los tobillos. Ropa flotando por la habitación, gritos, voces nerviosas en el cuarto de estar, casi todos se han ido, está X, el de la esquina, vamos para allá, nos recogen allí, mi hermana pequeña llora. Faltan brazos para llevar a tanto niño.
De la mano de mi padre, el agua casi me alcanzaba la cintura. Un agua sucia, marrón. Ironías del destino, el barrio de los Ríos se convirtió en un auténtico caudal.
Después de la travesía por la calle río Júcar agarrada a mi padre, mi memoria da un salto al momento en que los bomberos pusieron lo que para mí fue y siempre será un tobogán, que nos deslizaba desde la terraza del vecino al interior del coche.

Mi padre siempre nos ha contado cómo se volcaron sus compañeros de instituto con nosotros, cómo dedicaron tardes enteras a reparar en lo posible los daños de aquella inundación. Mi madre nos recordaba cómo, viviendo en casa de mi abuela mientras restauraban la casa, cada vez que llovía fuerte mis hermanos decían "¡Que viene el agua marrón!"
Esta semana ha habido inundaciones mortales en la Región y en otras provincias. Cuando veo las imágenes vuelvo a sentir ese desasosiego (más que miedo) que me recorre el cuerpo al oír una tormenta. Y pienso que el agua de las inundaciones siempre es del mismo color; el agua marrón.







jueves, 20 de septiembre de 2012

Pobres alumnos

He escrito muchas entradas en el blog sobre los recortes. Como una de los tantos damnificados, la mayoría las enfoqué desde la perspectiva de una interina, una trabajadora, que después de cinco años y medio en una empresa, es despedida sin ninguna indemnización; sabiendo además que falta personal en dicha empresa y es la crónica de una muerte anunciada, mientras los jefes se van de parranda con el dinero del entierro (dinero procedente de los impuestos de todos).
Muchas veces he hablado de esta orgía desde una visión general, argumentando el desastre que se avecinaba sin poner ejemplos concretos. Pero resulta que el desastre ya está aquí: ha empezado el curso y, con él, la antología del disparate.
Desde las filas del paro, escucho cómo un compañero intenta dar clase en un grupo de Bachillerato de 54 alumnos, en el salón de actos del centro (en un aula es imposible, por supuesto); cómo no hay dinero ni para hacer fotocopias a los alumnos; cómo hay alumnos de primaria que llevan dos semanas -y lo que les queda- sin su tutor; cómo en todos o casi todos los colegios e institutos hay profesores impartiendo materias que no les corresponden. Profesores de Tecnología dando Lengua, de Música dando Historia, de Biología dando Inglés, y así un largo etcétera.
¿Surrealista? Pues lo mejor de todo es cómo se siguen riendo en nuestra cara, afirmando que el curso ha comenzado con absoluta normalidad
Es como si te doliera el estómago y te mandaran al psiquiatra. O te tuvieras que operar del corazón y te operara el traumatólogo (total, todos son médicos...)
Pero claro, no se puede comparar. ¿Qué importancia tiene que a un crío le enseñe Inglés una persona sin los conocimientos mínimos del idioma? ¿Qué más da que mi hijo lleve dos semanas en modo guardería por falta de profesorado? Por lo menos, en clases de 40 personas se socializan mejor, como diría aquel. Y en invierno, cuando no haya calefacción, lo agradecerán.
Si es que, en el fondo, lo hacen por su bien. Animalicos...

viernes, 31 de agosto de 2012

Mis nuevos poderes

Ta ta ta ta ta ta ta. Abro levemente los ojos. Una cabecita rubia se asoma sobre la barandilla de la cuna. Cierro los ojos. Creo que no me ha visto. Intento robar unos minutos al sueño, traidor, que se escapa dejándome tirada (otra vez). Pa pa pa paaaa. Maaaaaaa. Vuelvo a abrir los ojos. Me reciben unos ojitos burlones y una sonora carcajada. Ahora sí que no me escapo. Miro mi móvil: las 7.15. No puede ser... Hoy toca madrugar -aún más-. Un nuevo intento de hacerme la dormida es frustrado por un grito seguido de un largo lamento.
Mientras me desperezo pensando de dónde sacará esa energía recién levantado, mi pequeño terremoto salta con emoción echándome los brazos. No puedo evitarlo: cuando me sonríe con su cara de pillo-lo-he-conseguido, me derrito. Y bien que lo sabe.

Antes me hacían gracia las típicas revistas, hechas para regalarle el oído a las madres, que hablan de las mujeres con hijos en plan superwoman. Ahora estoy convencida de que la maternidad -y en ocasiones la paternidad- te dan poderes sobrenaturales. Y si no, que alguien me explique cómo un pato se convierte en pulpo así como así: una mano en la sartén al fuego, la otra en el verdulero que tu hijo intenta volcar con insistencia, un pie moviendo el tacatá: Hala, a otro sitio, que aquí no puedes estar... ¡Noooooooo! ¡Las botellas no! ¿Adónde vas? Mira, ¡qué juguete tan bonito! El juguete será muy bonito, pero seguro que no tanto como los cubiertos del cajón al que se dirige más rápido que el viento. Venga, a gatear un rato mientras la mami recoge y pone la mesa. Sin tacatá parece menos peligroso, hasta que le da por ponerse de pie... Culazo al canto en el mejor de los casos; en el peor, chichón y rabieta antológica.
Ya fuera de la línea roja (la de la cocina, para los no-iniciados), tu mente funciona a toda velocidad buscando divertimentos varios y chismes para entretenerlo, mientras recoges por la casa los chismes para entretenerlo que le diste ayer.
Miras el reloj; aún no has comprado. Y ahoraaaa... ¡Nos vamos de paseo! Bieeeennnn. No sabes quién está más feliz; si el crío o tú, viendo al niño tranquilo en el carrito esperando la salida. Vamos de paseo, pi pi pi... en un coche feo, pi pi pi... pero no me importa, pi pi pi... Feo no, pero incómodo un rato. De algo me tenía que servir tanto jugar al Tetrix en mi niñez y adolescencia. Un niño grande + un carrito todavía más grande = un C2 tres puertas sin maletero. LÍNEA.
Y para la playa ya ni te cuento. Menos mal que estamos cerca. Los pulpos suelen estarlo.

jueves, 16 de agosto de 2012

La educación prohibida

Hace un par de días me llegó por la red una película/documental muy motivador sobre la educación, que creo que todo docente y toda persona preocupada por ésta, tenga hijos o no, debería visionar. Es un poco largo, algo más de dos horas, pero no se hace nada pesado y se puede ver online en la web www.educacionprohibida.com, fraccionándolo en partes (como yo hice) si no disponéis de ese tiempo.
He de decir que no estoy de acuerdo en todo lo que se dice en él. Lo que me ha parecido magistral es la capacidad que tiene de hacerte reflexionar sobre la educación que estamos dando a nuestros niños; de cuestionarte las pautas que padres y profesores seguimos en el día a día; de mostrarte una visión diferente de la educación.
Después de verlo me han entrado más ganas que nunca de volver a las aulas (aunque no sé si llegará una nueva oportunidad). El vídeo irradia optimismo y entusiasmo por la construcción de una sociedad distinta, más respetuosa, más democrática.
Quizá el único "pero" (que en realidad no lo es) sea esa visión demasiado idealista y utópica, al margen de los graves conflictos familiares y sociales que se dan en algunos alumnos de la escuela pública real. La película te abre muchos interrogantes; interrogantes sin respuesta. Creo que a los docentes nos faltan recursos y apoyo. Pero no ilusión. De eso nunca.

sábado, 28 de julio de 2012

Ya somos mayorcitos

Quería tomármelo con filosofía. No quemarme más ni hacerme mala sangre. Ya estaba pensando en mi nueva vida de parada, buscando alternativas y planteándome nuevos proyectos.
Pero, de repente, abro el periódico y me lo encuentro. Así, sin anestesia. Sé que los políticos suelen disfrazar la verdad a su conveniencia, con eufemismos, medias verdades, rodeándola... Pero esto ya es el colmo.
Si hay algo que no soporto es que me tomen por imbécil. Y es lo que este impresentable ha hecho, conmigo y con más de 2000 interinos que a partir de ahora engrosaremos las listas del paro.
Yo tengo los ojos marrones desde que nací, y eso es algo totalmente constatable. Si ahora llegara una persona jurándome que son azules, pensaría una de dos: o que está loco o que se está quedando conmigo. Sin llegar a descartar del todo la primera opción, está claro que este señor se está quedando con todos.
¿Cómo puede decirme a mí, que año tras año sufro el insoportable proceso de adjudicación de plazas -no una ni dos veces-, que este año es como todos? ¿En qué mundo paralelo vive este hombre?
¿Cómo puede afirmar que en septiembre habrá MÁS plazas de interinos si no ha habido ni una sola en julio -exceptuando los ciclos? Si muchos funcionarios han sido obligados a coger parciales y algunos ni siquiera tienen destino a estas alturas, ¿cómo se puede decir que exageramos y todavía queda septiembre?
¿Cómo se puede mentir tan abiertamente y quedarse tan a gusto?
Cada vez estoy más convencida de que para ser político hace falta tener la cara más dura que el cemento, porque a mí se me caería.
Puedo llegar a entender que un político se vea obligado a tomar decisiones que no le gusten -lo que no le resta un ápice de responsabilidad en ellas-. Pero que tome una decisión que perjudica a muchos y que sea tan cínico de negarla ante los perjudicados, es algo que me supera. Es como la enfermera que pincha al crío diciéndole: "Pero si no duele nada, ¿por qué lloras? Ya eres mayor..."
Pues ya somos mayorcitos, señor Sotoca.


miércoles, 25 de julio de 2012

Se ofrece profesora

Se ofrece profesora con experiencia, para trabajar en lo que sea. Aún soy joven, creo que bastante apañada y trabajadora.
Llevo toda la vida estudiando y presiento que seguiré haciéndolo hasta que me muera. Siempre he sacado buenas notas; en el "cole" me decían que tendría futuro... Yo todavía lo estoy esperando.
He trabajado desde los catorce años de canguro, auxiliar de farmacia, dependienta en supermercados, monitora infantil, vendedora de todo tipo, apadrinando niños, profesora particular... Porque también he dado clase, gracias a Dios.
He recorrido más de diez institutos y varias academias haciendo labores de profesora, niñera, intermediadora, enfermera, psicóloga, traductora, animadora sociocultural, domadora de fieras y madre. Y me ha gustado.
Reconozco que llevo tres años disfrutando de dos meses de vacaciones (el año de no-oposición), pero no soy exigente en este punto. De hecho, en mi adolescencia y "juventud" no he sabido lo que eran quince días de verano. Una amiga me decía que cogía las vacaciones a mediados de sept. -días antes de empezar las clases- como los viejos.
Pienso que no soy fea y me presto igual para un roto como para un descosido. No se me rompen las uñas por cargar cajas y descargar camiones, y la vergüenza que pudiera tener, la perdí asaltando a la gente por la calle para que colaboraran con una ong.
Creo que soy buena compañera, servicial y entregada en mi trabajo.
Agradecería que me concedieran una entrevista para conocerme mejor.

Atentamente,

Una profesora interina.

martes, 26 de junio de 2012

Mi primera vez

Noviembre de 2006. Veinticuatro años. Recién terminadas carrera y oposición. De golpe y porrazo, se cerró la puerta de mi "vida laboral" anterior y me topé con un portón imponente, con cientos de voces adolescentes gritando al otro lado: Mi primera sustitución.
Tras una experiencia fugaz de tan sólo 5 días, en la que tuve que hacer más bien poco, llegó la verdadera prueba de fuego: Las Torres de Cotillas.
Hecha un manojo de nervios, partí a la búsqueda del instituto la misma mañana de la adjudicación. Desde la primera vez, y siempre que los actos telemáticos posteriores me lo han permitido, voy al centro un día antes de incorporarme, como toma de contacto y apoyo para mi inseguridad.
Llegué a la hora del recreo, lo que me puso más nerviosa. Juraría que llevaba un letrero en la cabeza: Sustituta nueva sin experiencia. "Tranquila, que no te están mirando". Pasé casi corriendo por el patio hasta llegar al edificio.
- Hola, buenos días. Sustituyo a J.R., de Lengua.
- ¡Holaaa! Ay, sí, P., creo que irá para largo... Los jefes de estudios han salido, ve a la sala de profesores -primera puerta a la izquierda en ese pasillo-, que cuando lleguen te aviso.
Me dirigí hacia allí, pero tuve que esperar detrás de un grupo numeroso de alumnos mayores (serían de Bachillerato), que se agolpaban en la puerta de la sala preguntando por un profesor. Una compañera de mediana edad les abroncaba con grandes aspavientos: No podéis estar aquí, estáis interrumpiendo el paso, tenéis que esperar fuera. Algunos alumnos retrocedieron tímidamente y aproveché el hueco para entrar. En ese momento, la profesora me miró con un gesto de cólera acumulada a punto de estallar que jamás olvidaré:
- Pero ¿QUÉ- ACABO- DE ... Soooy profesora- la interrumpí antes de que llegara a mayores. Después de ver su expresión de sorpresa y vergüenza, pensé que a ella tampoco se le iba a olvidar mi cara.- Ay, hija, perdona, estos críos me tienen negra... No te he visto antes, ¿a quién sustituyes? ... Aaah, mira, ahí tienes a P. y L, de Lengua.
- Hola, soy Marisa, sustituyo a P.
- Hola, ¡qué bien! Por fin tenemos sutituta. Ven que te diga dónde están sus cosas... Mira, tienes un 3º, bastante bueno, del que eres tutora; un 1º de Bachillerato regular -muy numeroso y con bastantes repetidores-. Según P. son muy habladores. Con éstos hay que entrar con mano dura... También haces dos apoyos, a C. y a P. ¡Ah! Y por supuesto, las funciones de jefa de departamento.
-¿Co-cómo?
- ¿Has trabajado antes? ¿Es tu primera sustitución?
- Más o menos.
- Vale, tranquila -mi cara debía de ser un poema- Te explico. Ven al departamento. Esta tarde hay CCP...

8:30 de la mañana siguiente. Me acerco al aula que en el plano pone que es 1ºB. Hay un grupo de alumnos en el pasillo. Está claro, ésa es...
- ¿Sois 1ºB? Id pasando en silencio.
- ¿Tú eres la maestra?- me pregunta con cara de sorpresa un armario de dos metros.

Siento 34 pares de ojos que me examinan con curiosidad desde sus sillas. Con más de uno me llevaré cinco años. Bien, Marisa, que no huelan el miedo, intenta transmitir seguridad.
- Buenos días, soy Marisa, vuestra nueva profesora de Lengua...
- ¿Cuántos años tienes?- pregunta una voz burlona de chica, procedente del final del aula. Risitas.
-Para preguntar cualquier duda sobre la materia, levantamos la mano y esperamos a que el profesor nos dé la palabra. Voy a pasar lista que os vaya conociendo.
Termino de pasar lista -quedándome prácticamente igual que al principio- y comenzamos un repaso de sintaxis. Al final de la clase, una mano se alza paciente esperando su turno. Le doy paso.
-¿Tienes novio? -Risas. Suena el timbre.


viernes, 1 de junio de 2012

La profesión ideal

Yo ya no quiero que mi hijo sea médico, ni abogado, ni profesor. No. Yo lo que quiero es que sea político. Porque, como todos los padres, me gustaría que trabajase poco y se lo llevara contante y sonante.
De crío -adolescente quinceañero, año arriba año abajo- lo llevaré a Nuevas Generaciones o Juventudes. No importa que a esa edad no tenga idea alguna de política o de ideologías; lo importante es que si se hace del Madrid sea siempre del Madrid, y si se hace del Barça, del Barça hasta la muerte. Tampoco es relevante el partido al que se afilie (¿Hay alguna diferencia?)
Y cuando tenga que justificar o defender alguna de sus políticas bastará con una técnica bien conocida a esas edades:
- Eres un sinvergüenza.
- Y tú más.
- Mamá (o Papá, o Ciudadanos), mira lo que ha hecho...
- Has empezado tú.
Por supuesto, no le harán falta estudios ni trabajo ni nada que se le parezca. Lo importante es ser el "socio número 1" y demostrar que estás con el "equipo" hasta la muerte. Y los contactos -eso es fundamental-; aunque si introduces al niño bien pequeño, surgirán solos.
Una vez dentro, hay que acercarse al líder como sea para medrar en el partido. Con un poco de carisma, algo de suerte y mucho peloteo, llegará a concejal del pueblo.
Enhorabuena. Ya ganará con veinte años y ninguna experiencia más que tú, con cincuenta y estudiando y/o currando toda la vida.
Con ser concejal cuatro años tendrá solucionada la vida. No porque gane tanto como para "jubilarse" ya -dependiendo del pueblo, existe la posibilidad-, sino porque le habrá dado tiempo a hacer amigos más que de sobra en el sector de la construcción, banca u otras empresas, con lo que no le faltará un buen puesto en el sector privado. Siempre y cuando no prefiera seguir mangoneando en el ayuntamiento, bien en la oposición, bien en el partido que gobierne.
Y hay que tener amplitud de miras. Si sabemos bien "hacer la corte", quizá en un futuro no muy lejano llegue a ministro. Aunque es bastante difícil, porque para eso le hará falta una gran formación y una larga experiencia profesional... ¿O no?


sábado, 26 de mayo de 2012

N.

N. es una chica marroquí de 2º de ESO. La llevé el año pasado, cuando estaba en 1º, en uno de los muchos centros por los que pasé.
Entre los profesores siempre se dice que, con el paso de los años, sólo recuerdas a dos tipos de alumnos: a aquellos que te han hecho la vida imposible o a los sobresalientes -incluidos aquí los que sobresalen académicamente, por su simpatía, su liderazgo en el grupo, etc.
N. era de esas alumnas que te marcan. Se sentaba en el lateral derecho del aula y, por su timidez, podría pasar desapercibida, si no fuese por la expresión de su mirada cuando les explicaba la lección. Hay alumnos que te miran y asienten como si escucharan, pero por sus ojos sabes que están en otra parte; otros rehúyen tu mirada, por vergüenza -muchas veces de que descubras que no atienden-; y luego están los que escuchan de verdad (¡gracias a Dios!).
N. no escuchaba la lección: se la bebía. Tenía unos profundos ojos negros que parecían absorber todo lo que veían. Explicaras lo que explicaras, siempre había una alumna mirándote fijamente, con una ávida curiosidad y una sonrisa noble en la cara.
Era -y será- una chica muy guapa. Parecía una princesa sacada de Las mil y una noches. Pero N. no llevaba vestidos caros. Sus profesores conocíamos su ropa de tanto llevarla y aquel chándal rosa que seguramente estaría desgastado y remendado por mil sitios, pero siempre limpio y con buena presencia.
No sólo era pulcra y curiosa en su apariencia, sino también en todo lo referente al material escolar. He visto pocos cuadernos tan bien presentados como el suyo, pocos libros tan cuidados -perfectamente forrados,subrayados con esmero en diferentes colores-; en definitiva, pocos materiales tan limpios, organizados y bien aprovechados como los suyos.
Y tiene mucho mérito, porque N. pertenece a una familia muy humilde, de escasos recursos. Cada vez que sacaba un 9 en un examen (lo que era muy frecuente),cada vez que levantaba la mano tímidamente cuando nadie quería contestar en clase, cada vez que sonreía un poco ruborizada y siempre modesta cuando la elogiabas, demostraba que era una luchadora, una superviviente, un ejemplo para toda su clase.
De aquel instituto me fui cargada de buenas experiencias, de compañeras increíbles, una amiga para toda la vida y una carpeta llena de cartas de despedida. Una de las más bonitas fue la de N. En momentos de bajón, releo aquellas cartas y me llenan de energía. Y el recuerdo de aquella chica me hace seguir defendiendo la educación pública con uñas y dientes.
¿Cuántas N. dejarán de estudiar por la progresiva privatización de la enseñanza? ¿A cuántos N. les será imposible acceder a la universidad por la subida desorbitada de tasas? Por todos ellos, defendamos la Pública.

martes, 15 de mayo de 2012

De "perroflautas" y la verdadera democracia

Ayer leí en cierto periódico una serie de afirmaciones sobre el 15-M totalmente contrastadas (como procede en todo buen periódico) que dejaban al descubierto este movimiento.
Todas las críticas (constructivas, eso sí), se resumían en tres:
- No hay tantos "indignados" como se quiere hacer ver; en realidad, son muy pocos.
- Estos cuatro gatos son, o radicales de izquierdas, o perroflautas antisistema.
- Estos perroflautas actúan como los sistemas totalitarios; si creyeran en la democracia, votarían y sanseacabó.

Y ante tanta lucidez en el uso de la razón, no he podido evitar calentarme la cabeza con reflexiones varias.
En una democracia, ¿el individuo sólo puede quejarse en las urnas y en el bar de la esquina -o en las redes sociales o en el blog-?
¿Cuáles son los procedimientos para cambiar las cosas? Si no estoy de acuerdo con el bipartidismo existente o siento que los grupos políticos no me representan, ¿qué debo hacer? ¿Fundo un nuevo partido -algo bastante complicado para el común de los mortales-, me abstengo en las elecciones, voto en blanco o voy a la puerta del parlamento a quejarme?
Si en las últimas elecciones no ganó el PP ni el PSOE, sino la abstención, y esto no provoca ninguna reacción en el gobierno ni en los partidos mayoritarios, ¿cuál es la solución? ¿Seguir votando a unos partidos en los que no creemos y que se sigan repartiendo el bacalao o no votarles y que se repartan el bacalao del mismo modo? Con la actual ley electoral, que al final hace prevalecer el voto "útil", ¿realmente están representados los ciudadanos? Y lo más importante: un sistema viciado con el bipartidismo y todos los males que conlleva, ¿puede ser cambiado, puesto que estamos en democracia?¿Cómo hacerlo, si a los que están en el poder y al mayor partido de la oposición no les interesa este cambio? Pues votando a otro partido, me dirá alguno... Pero si con el actual sistema electoral es como si el voto cayera en saco roto, ¿no es el pez que se muerde la cola?
¿La Democracia no es el poder del pueblo? ¿No debería el pueblo poder cambiar un sistema injusto? ¿Cómo convocar un referéndum? ¿Pidiendo firmas de casa en casa?
Y con esta situación, ¿no es el mejor ejercicio de la democracia salir a la calle?
¿No es para indignarse?
El que no sea perroflauta que levante la mano.


sábado, 12 de mayo de 2012

Una vida entera

Según la ciencia, el tiempo es un concepto inventado por el hombre por pura necesidad; un concepto totalmente arbitrario, puesto que cada cultura mide el paso del tiempo de forma distinta: nosotros estamos en 2012, pero en China, por ejemplo, en 4710 (con el calendario lunar). Además de las distintas formas de medir el tiempo, el paso del tiempo en sí es un valor subjetivo en la mente de cada persona. Subjetivo y, a veces, contradictorio. Y algo así es lo que reviví ayer.
Ayer, mi peque hizo 6 meses. Por un lado, veo las fotos de recién nacido y no puedo creerme que en tan poco tiempo mi bolita llorona y tragona se haya convertido en un ratón risueño e hiperactivo (además de seguir igual de tragón y algo llorón...).
Sin embargo, por otro lado, estos 6 meses han sido para mí como años,como una vida entera (la de mi hijo). Sé que es un tópico demasiado manido decir que los hijos te cambian la vida, pero no te das cuenta de hasta qué punto es cierto, hasta que llegas a tu casa del hospital, hecha un flan, con las hormonas más revueltas que un adolescente y dolores hasta en el carné de identidad, con una criatura que depende exclusivamente de ti y tu pareja.
Entonces empieza con el cólico del lactante. Y esto es cuestión de suerte. Si te toca, te ha tocado. Y aunque estés pensando que llevas toda la vida cuidando a hermanos, sobrinos, haciendo de canguro... Desengáñate: Poco o nada de lo que has aprendido te va a servir con tu hijo. En los momentos de crisis, la paciencia es lo único que puede ayudarte. He llegado a estar tres horas de reloj con mi retoño en brazos gritando como si lo torturaran. En esos momentos, pasas por distintas fases (el tiempo de cada una depende de la paciencia de cada cual):
Fase 1- Le cantas y hablas cariñosamente, acariciándolo y abrazándolo.
Fase 2- Lo paseas pasillo arriba pasillo abajo, meciéndolo, poniéndole música e incluso haciendo el caballito.
Fase 3- Tierra, trágame.
Fase 4- Lloras con él (no, con un bebé de un mes no funciona el chantaje emocional). Fase 5- Nene, cógeme al crío o me tiro por la ventana.
De repente, un día, el niño se toma su biberón de la noche y... tam ta ta chán: se duerme o se queda tranquilo y sonriente. Este día suele llegar cuando el crío tiene 3 meses aproximadamente -tiempo más que de sobra para que más de uno se haya hecho la vasectomía o haya jurado y perjurado no tener más hijos por nada del mundo-.
Cuando ya ha pasado lo peor, te queda terminar de adaptar tu día a día al nuevo miembro de la familia. Tus prioridades cambian, al igual que tus deseos: el mayor será poder dormir 6 horas seguidas -gracias a Dios, con mi hijo he podido y puedo dormir, pero tengo amigas cuyo hijo de dos años aún se despierta varias veces por la noche-. Si has pasado los tres primeros meses con éxito, puedes estar tranquilo; el resto será coser y cantar.
Te das cuenta de que ha pasado mucho tiempo en poco tiempo cuando tienes miedos que antes ni se te pasaban por la cabeza (si cojo una gripe fuerte, ¿quién cuida al crío?); cuando, cada día que pasa, descubres que hace algo nuevo que te enamora todavía más. Y, sobre todo, cuando miras atrás y ya no eres capaz de imaginarte la vida sin él.

domingo, 29 de abril de 2012

De mayor, profesora

Cuando a un niño se le pregunta qué quiere ser de mayor, suele haber un abanico de respuestas reducido: futbolista, cantante, policía, bailarina, médico, veterinario, maestro. Luego, conforme van creciendo, la mayoría cambia de objetivo por uno más realista "he pensado que futbolista no es lo mío; seré administrativo", o por alguno que se ajuste más a sus gustos y habilidades "si veo sangre me mareo; va a ser que no quiero ser médico".
Yo siempre soñé con ser maestra. Recuerdo cómo jugaba con mis hermanos a que yo era su "seño", haciéndoles dictados, escribiendo en una pizarra de juguete sumas y restas, mandándoles ejercicios y llamándoles al orden -siempre fui un poco mandona-. Es una de las ventajas de ser la mayor en una familia numerosa: yo no tenía muñecas, tenía hermanos. Y era bastante más divertido.
En mi casa no existía la calma (de hecho, sigue sin existir), para desgracia de mis sufridos padres. Cuando no te peleabas con uno era con el otro, siempre cambiando de aliados y de estrategias, para olvidarte a los cinco minutos y acabar haciendo "la torre" en el sofá del salón. No sé la de actuaciones y funciones de teatro que llegamos a organizar con cuatro trapos y mucha imaginación, ante un "exigente" público: mis padres. Llegamos incluso a crear nuestro propio periódico, en el que cada uno llevaba una sección, que utilizábamos a menudo para hacer nuestras pequeñas reivindicaciones, criticando lo que no nos gustaba de la casa. Gracias a ellos descubrí, además de mi vocación, lo que serían dos de mis grandes aficiones: escribir y el teatro.
Años después, en el instituto, pretendí encauzar mi futuro lejos de la enseñanza. Viendo el panorama, cualquiera se mete -pensaba-. Si me hubieran dicho el panorama que viviría después (con la ESO y la actual situación educativa), me habría caído del susto... Pensé en estudiar Periodismo. Tenía clara una cosa: quería una carrera en la que hubiera que leer y escribir. Pero Periodismo no estaba en la Pública y estudiar en la UCAM o irme a Madrid estaba fuera de mis posibilidades. Entonces se me encendió la bombilla: Filología hispánica. Ésa es tu carrera. Si te encantan los libros, qué mejor opción que ésa.
Ni siquiera cuando escogí la carrera caí en la cuenta de que estaría abocada a las aulas. Pensé que podría dedicarme a otras cosas; que la enseñanza sería una opción secundaria.
Pero ser profesora venía de fábrica: con un padre profesor y una madre maestra, tanto afán por la tiza tenía que salir por algún lado. A veces imagino de forma romántica que era mi destino, que hiciera lo que hiciese no podría escapar de él. Y me alegro de que así sea.


martes, 24 de abril de 2012

DEP Educación Pública


Ayer, 23 de abril de 2012, se celebró en Murcia el velatorio de la recientemente difunta Educación Pública. Unos 2000 asistentes entre familiares y amigos la lloraron por las calles de nuestra capital, inundando la que hasta ahora fuera su casa -la consejería de Educación- con esquelas y llantos emocionados.
Educación Pública, aunque anciana y con las "dificultades" propias de la edad y de una vida llena de cambios -éste no es lugar adecuado para detallar las desavenencias, "ires" y "venires", que tuvo en vida con sus dos maridos, PP y PSOE-, conservaba buena salud hasta este mes de abril, en el que se vio acuciada por la terrible enfermedad que acabaría con ella, el Recorte. Dicha enfermedad se caracteriza por una progresiva disminución de defensas, acompañada de un trabajo excesivo, lo que lleva al paciente a una muerte lenta y llena de sufrimiento.
Los familiares y amigos de Educación denuncian que esta enfermedad fue contagiada voluntariamente por su actual marido, PP. Este señor, justificándose en la mala situación actual que sufría su empresa, redujo de forma drástica los ingresos a Educación -así como a otros familiares a su cargo, entre los que se encuentran Sanidad e Investigación-, produciendo en esta admirada mujer la enfermedad por agotamiento y la muerte.
Varios grupos de amigos, entre los cuales se encuentra AIDMUR,  llevarán a los tribunales a PP y su actual equipo directivo, puesto que se ha comprobado que desviaban los ingresos que, por justicia, iban destinados a Educación Pública, a la amante de PP, Privada, aunque constantemente hayan negado su relación -al margen de fotografías y otros documentos audiovisuales que así lo demuestran-.
Así, PP podría ser acusado de homicidio por negligencia, e incluso de asesinato, por la nocturnidad y alevosía con la que habría llevado a cabo su plan.
Los amigos de Educación Pública han jurado defender su memoria, llegando hasta la huelga de hambre si es preciso.

                          DESCANSE EN PAZ
                  
                        EDUCACIÓN PÚBLICA

              Tus familiares y amigos no te olvidan

viernes, 13 de abril de 2012

Instrucciones para acabar con la Educación pública

Si desea acabar con un igualitario acceso a la Educación que perjudica claramente sus intereses. Si lo que quiere es que la gente pague por tener una educación básica, únicamente debe seguir estos sencillos pasos:

1.- Es fundamental y base de todo el proceso poner a la sociedad en contra de los maestros. Son unos privilegiados, con trabajo, un buen sueldo y muchas vacaciones. Si conseguimos enfrentar a la opinión pública, dispersaremos la posible presión social que habría en la tarea que nos ocupa. Sería muy beneficioso enfrentar a los mismos profesores entre ellos: de la concertada/de la pública/de Religión- funcionarios/interinos, etc. Si castigamos sólo a un "tipo" de profesor, los perjudicados dirigirán hacia los otros sus críticas y éstos se verán amenazados por las reivindicaciones de los "castigados". DIVIDE Y VENCERÁS.

2.- Conseguido el estigma del profesorado, empeoramos su situación laboral sin que las posibles quejas tengan repercusión social ("pero de qué se quejan estos gandules"). Este paso es muy fácil siempre que hayamos hecho bien el primero. Si nos "cebamos" con un grupo dentro del profesorado, el resultado será brillante ("pero estos interinos, qué se habrán creído... ¡cobrar el verano! Pues sí..."). -Si hubiera alguna duda respecto a este punto, releer el paso 1-.

3.-Aumentamos la ratio en las aulas. Este punto es muy delicado y hay que andarse con pies de plomo. Aquí puede surgir el conflicto con los padres (y por ende, con toda la sociedad). Para que esto no ocurra, debemos centrar nuestros esfuerzos en esta máxima: MÁS ALUMNOS NO SIGNIFICA PEOR EDUCACIÓN. Podemos acudir a teorías científicas de hace veinte años; incluso, a la propia experiencia de los padres: antes éramos 40 y salíamos mejor educados que ahora. Por lo tanto, la culpa es de los profesores (momento de insistir en el paso 1), que no están bien formados y no se esfuerzan como los de antes.

4.- Cuando el profesor se encuentre en un aula de 40 adolescentes (10 de ellos obligados por ley a permanecer hasta los 16 años en el centro, 10 con necesidades educativas especiales -algunos con discapacidades agudas-, 10 procedentes de un entorno conflictivo) y se vea totalmente superado por las circunstancias e incapacitado para ejercer su profesión en condiciones humanas, empeorará irremediablemente la calidad de la enseñanza (con lo que estamos ya muy cerca de nuestro objetivo). Muchos, frustrados por la imposibilidad de desarrollar su vocación y por las continuas vejaciones a las que serán sometidos, CAERÁN EN DEPRESIÓN. Y aquí llega otro punto crucial: es fundamental no sustituir a este profesorado. Si los profesores están un mes enfermos, un mes que los alumnos se quedan sin profesor. Ante las posibles quejas de los padres, recordamos el punto 1.

5.- Los padres, ante la injustificable falta de atención a sus hijos, se verán obligados a pagar por su educación en un centro privado, donde la enseñanza es más personalizada, los profesores obedecerán las directrices marcadas por cargos ajenos a la educación y la formación de los niños -como empresa privada que es- y, lo más importante: conseguiremos que sólo pueda acceder a una educación de calidad el que se la pueda pagar.

Como ven, con muy poco esfuerzo conseguiremos nuestro objetivo: EL ABORREGAMIENTO DE LAS MASAS Y EL ELITISMO EN LA EDUCACIÓN. No merece la pena gastar un euro en educar a los "pobres"; cuanto más lo son, más dinero me llevo yo.

FDO: El ministro y los consejeros de Educación.

sábado, 3 de marzo de 2012

Profes de segunda

(Carta al director publicada en La Verdad)

Algunos, con notas excepcionales en la carrera; otros, en la oposición. Tuvimos un mal tema, un mal día o incluso un mal año. En muchos casos, un sistema totalmente injusto. Nos quedamos a las puertas de la ansiada plaza, o quizá simplemente en buena posición para trabajar. Y empezamos.
Puede que no seamos lo suficientemente buenos como para tener plaza, pero sí para lidiar con los grupos más conflictivos de cada centro, para adaptarnos a nuevos alumnos, compañeros, cursos, programaciones y distintas formas de enseñanza en tiempo récord. ¿Quién puede negar la experiencia y versatilidad de una persona que pasa por 5, 6, 7 centros en un curso? Camaleones de la enseñanza, aprendemos a defendernos en una selva bella y hostil. Incluso de algún "dinosaurio" que nos mira por encima del hombro.
Pero no nos terminamos de endurecer. Muchos todavía lloramos (a veces con los alumnos) cuando se acaba una sustitución. Si es duro encariñarte con alguien y marcharte, cómo será cuando tienes que pasarlo tantas veces en un corto periodo de tiempo.
Mantenemos la ilusión de conquistar a los alumnos de ese nuevo centro que nos espera. De mejorar en cada nuevo destino. Dedicamos horas a ese fin: hacer las clases más atractivas, adaptarnos al nuevo curso -que nunca hemos dado y nos toca ahora, de sopetón- del mejor modo posible; a veces, a costa de horas de estudio de oposición. Muchos anteponemos ser buenos profesores a conseguir la plaza.
Sin embargo, para el Gobierno Regional, no valemos lo mismo que el profesor con plaza. A partir de ahora, ningún interino cobrará el verano, por más que haya trabajado todo el curso. Mismo trabajo y menos derechos. Somos profes de segunda. Somos interinos.

viernes, 2 de marzo de 2012

El futuro del país

Tiene una carrera, muchas ganas y una gran vocación. Estudió Educación social porque quería ser útil en la sociedad, hacer de su ayuda a los demás un trabajo. Después de años de estudio, acompañados de los típicos trabajos estacionales de estudiante no-rico (en los que tantos de nosotros hemos sido explotados por nuestra condición de "crío-estudiante-temporero-necesita lo que sea") terminó la carrera y se dispuso a entrar en el mercado laboral.
Pero le tocó la crisis. Tuvo que coger un trabajo en Claire's, una tienda de complementos de un centro comercial. Cobra 350 euros al mes por 20 horas semanales (incluidos fines de semana y festivos), y tiene como encargada a una energúmena que cada lunes les hace firmar un documento donde aparecen los objetivos de venta -con la reprimenda consecuente si las ventas no mejoran. La encargada (sin estudios conocidos -pá qué...) cobra comisión por las ventas de sus empleadas "trescientoseuristas", por supuesto. De ahí las constantes presiones para incrementar las ventas.
Ella nunca ha perdido el sentido del humor; me cuenta, riéndose y con mucha ironía, que tiene "clientes espía", enviados por los jefes para ver si ofrecen todos los productos y "cansinenan" lo suficiente al comprador.
Indignada, le pregunto si por 300 euros de mierda le compensa aguantar todo eso.
-Mientras que no me salga otro trabajo, es lo que hay. La cosa está muy mal, no tengo paro y necesito dinero para mis gastos.
Sé que ella saldrá, porque vale, y mucho. Pero me cabreo pensando en las chicas -y chicos- que seguirán siendo exprimidos por unos desalmados, sin posibilidad de cambio, cogidos "por los huevos" -si no aceptas mis condiciones, ya sabes dónde está la puerta, que te pego una patada y me salen 20 como tú, ansiosos por trabajar en lo que sea.
Y me hierve la sangre pensando en tantísima gente preparada, sin ninguna opción; gente que se dedicó, como ella, a formarse para mejorar la sociedad. Una sociedad que ahora los rechaza o explota.
Menuda mierda de país.
PD: Esta entrada va dedicada a Ella.