sábado, 27 de octubre de 2012

Escribir por escribir

Decía Einstein que "en tiempos de crisis la imaginación es más efectiva que el intelecto". Quizá sea ésa la razón por la que llevo unos meses dejándola volar y planteándome alternativas. Hace un año ni se me pasaba por la cabeza hacer un posgrado; sólo con estudiar la oposición cada dos años tenía cubiertas mis expectativas de eterna estudiante. Sin embargo, ahora tengo ganas de hacer alguno.
Con la escritura me pasa algo parecido. Siempre he hecho mis pinitos, pero nunca de forma organizada. Hasta ahora, todo lo que he escrito ha sido por impulsos. Cualquier cuento, artículo o incluso entrada del blog han sido fruto de una fiebre de inspiración que he necesitado plasmar en el papel con urgencia. Nunca he llevado el típico cuadernillo de notas que veo en muchos escritores; un cuaderno donde apuntar observaciones o ideas a las que luego van dando forma en su proyecto de obra. Soy un desastre en ese sentido. A mí, cuando me da, me da: empiezo a escribir y necesito hacerlo de un tirón, aunque acabe a las tres de la madrugada con un bebé que me despertará pocas horas después. Por eso todo lo que he escrito hasta ahora es breve. Soy incapaz de enfrentarme a una novela. Creo que en la escritura soy igual de bulímica que en la lectura. Voy a atracones que no puedo detener. Pero la crisis me está haciendo cambiar en esto también. Ahora que estoy parada, en los momentos que me deja mi terremoto, estoy imponiéndome el escribir como tarea.
Empezó como un juego literario, incluso como un reto: un concurso encontrado en la red con unas bases muy restrictivas y un suculento premio. A partir de ahí, le estoy cogiendo gustillo a esto de enfrentarme al folio en blanco. Me siento bien escribiendo; siempre me he sentido bien, pero ahora disfruto incluso sin saber sobre lo que voy a escribir, sin ese efecto catártico que siempre tenían todos mis escritos. Ya no escribo sólo por urgencia. Ahora también escribo por escribir. Y me encanta.


jueves, 18 de octubre de 2012

Tampoco es pá tanto...

Leo en un periódico de la red que Wert nos pide a familias y docentes "mayor implicación" en la educación de los hijos. Me parece bien; toda implicación es poca para formar a nuestros descendientes. Está bien que los políticos nos pidan esfuerzos para solucionar las crisis de otros. Que, además, los soportemos con la boca cerrada como buenos ciudadanos. Incluso que nos "animen" a educar mejor.
Eso sí: también nosotros tendremos que pedir (no va a ser sólo dar y aguantar). Y qué menos que exigir como ministro de lo-que-sea a una persona preparada y con experiencia suficiente en el sector. Leo en la wikipedia que el citado señor ministro no ha ejercido en nada que se acerque lo más mínimo al mundo educativo. Aunque, claro, no hace falta ir a la wikipedia para saber que este señor no tiene ni puñetera idea de Educación. Con oir sus perlas día sí y día también tenemos más que de sobra.
Como humilde interina de enseñanza secundaria, puedo afirmar con rotundidad que todo aquel mayor de treinta años, sin hijos en un centro público, sin ninguna vinculación con la docencia, sabe de la situación actual en las aulas lo mismo que yo de chino. Cuando algún treintañero alega en defensa de los recortes que en su clase eran 40 y tampoco es pá tanto no sé si llorar o reírme en su cara.
En mi instituto, mi curso fue de las últimas promociones (si no la última) antes de la temida ESO. Éramos treinta y pico en clase, cada uno de nuestro padre y nuestra madre, sí. Había repetidores, compañeros que estaban allí obligados por sus padres, algún gamberro... Pero el grupo más variopinto que pueda imaginarse en aquel BUP no es comparable ni a lo lejos con un grupo de la ESO actual. En primer lugar, en nuestra época, no recuerdo que hubiera inmigrantes en las aulas (y los pocos que hubiera se quedaban en primaria, así como los alumnos que tuvieran una discapacidad). Todos hablábamos español -mejor o peor- y no necesitábamos ninguna adaptación significativa. En la mayoría de los casos, el profe llegaba con su clase preparada, la impartía ante un grupo bastante homogéneo, resolvía dudas y ciao.
Voy a poner un ejemplo de lo que sería una clase en un grupo cualquiera hoy en día. Un ejemplo real, de mi experiencia: Alrededor de 5 minutos para que todo el mundo esté sentado y con el material preparado (dependiendo del grupo, puede ser menos de un minuto o media hora); 10 o 15 minutos para atender al chico ciego que lleva su propio material y a los dos ACNEEs con nivel de 3º y 5º de primaria; otros 5-10 minutos para revisar y mandar trabajo de español básico a los dos marroquíes que no entienden casi nada en nuestro idioma; otros 5 minutos para amonestar al alumno que ha venido de casa con la mochila vacía y se dedica a insultar al compañero, diciendo que quiere que lo vuelvan a expulsar, que sus padres no están en casa. Lo que queda de clase intentas atender al resto de alumnos, tan de su padre y de su madre cada uno como lo éramos nosotros (incluso más).
Y no he puesto un ejemplo de grupo conflictivo -esto entraría en la media-. El día que os cuente una hora de Lengua con mi querido 2ºD, no volvéis a ver pelis de terror.
Yo animo a todo el que piensa que los recortes no son tan perjudiciales, que se pase un día por un instituto cualquiera. Para que vea si nos implicamos o no. Y si es lo mismo un grupo de 30 que de 35. Porque implicación nos pueden pedir, pero milagros, a la virgen de Lourdes.