viernes, 31 de agosto de 2012

Mis nuevos poderes

Ta ta ta ta ta ta ta. Abro levemente los ojos. Una cabecita rubia se asoma sobre la barandilla de la cuna. Cierro los ojos. Creo que no me ha visto. Intento robar unos minutos al sueño, traidor, que se escapa dejándome tirada (otra vez). Pa pa pa paaaa. Maaaaaaa. Vuelvo a abrir los ojos. Me reciben unos ojitos burlones y una sonora carcajada. Ahora sí que no me escapo. Miro mi móvil: las 7.15. No puede ser... Hoy toca madrugar -aún más-. Un nuevo intento de hacerme la dormida es frustrado por un grito seguido de un largo lamento.
Mientras me desperezo pensando de dónde sacará esa energía recién levantado, mi pequeño terremoto salta con emoción echándome los brazos. No puedo evitarlo: cuando me sonríe con su cara de pillo-lo-he-conseguido, me derrito. Y bien que lo sabe.

Antes me hacían gracia las típicas revistas, hechas para regalarle el oído a las madres, que hablan de las mujeres con hijos en plan superwoman. Ahora estoy convencida de que la maternidad -y en ocasiones la paternidad- te dan poderes sobrenaturales. Y si no, que alguien me explique cómo un pato se convierte en pulpo así como así: una mano en la sartén al fuego, la otra en el verdulero que tu hijo intenta volcar con insistencia, un pie moviendo el tacatá: Hala, a otro sitio, que aquí no puedes estar... ¡Noooooooo! ¡Las botellas no! ¿Adónde vas? Mira, ¡qué juguete tan bonito! El juguete será muy bonito, pero seguro que no tanto como los cubiertos del cajón al que se dirige más rápido que el viento. Venga, a gatear un rato mientras la mami recoge y pone la mesa. Sin tacatá parece menos peligroso, hasta que le da por ponerse de pie... Culazo al canto en el mejor de los casos; en el peor, chichón y rabieta antológica.
Ya fuera de la línea roja (la de la cocina, para los no-iniciados), tu mente funciona a toda velocidad buscando divertimentos varios y chismes para entretenerlo, mientras recoges por la casa los chismes para entretenerlo que le diste ayer.
Miras el reloj; aún no has comprado. Y ahoraaaa... ¡Nos vamos de paseo! Bieeeennnn. No sabes quién está más feliz; si el crío o tú, viendo al niño tranquilo en el carrito esperando la salida. Vamos de paseo, pi pi pi... en un coche feo, pi pi pi... pero no me importa, pi pi pi... Feo no, pero incómodo un rato. De algo me tenía que servir tanto jugar al Tetrix en mi niñez y adolescencia. Un niño grande + un carrito todavía más grande = un C2 tres puertas sin maletero. LÍNEA.
Y para la playa ya ni te cuento. Menos mal que estamos cerca. Los pulpos suelen estarlo.

4 comentarios:

  1. Muy bien escrito a la vez que entrañable.

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  2. Suerte Marisa y que esa fuerza, sobrenatural y terrena, no ose desprenderse de ti mientras llega el sueño de un mañana posible metamorfoseado en realidad.

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    1. Gracias, Miguel Ángel. Conviertes en poesía lo que tocas. Un abrazo.

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