lunes, 10 de febrero de 2014

Me gusta conducir

Hay cosas que un buen aspirante a profesor debería saber. Quizá algún día me anime con un listado de las que he aprendido en estos años de interinidad; mientras, me centraré en una fundamental a la que no se le presta atención en CAP ni Máster de profesorado.
Una de las preguntas básicas del examen de aptitud pedagógica debería ser, sin ninguna duda: ¿Te gusta conducir?

Me saqué el carné tarde. La mayoría de mis compañeros del instituto se examinó al acabar COU. Por aquel entonces, dedicaba todos los veranos y muchos sábados a trabajar para sufragar mis gastos. En ningún momento me planteé el carné como un gasto más que asumir. Hay gente que desde bien pequeña sueña con el momento de conducir su coche; a mí nunca me llamó la atención.
Empecé la carrera y fui posponiendo el momento de apuntarme a la autoescuela. Veía el aprender a conducir como un desembolso descomunal para mi pequeña economía. Algo que había que hacer tarde o temprano, pero que distaba de ser una de mis prioridades. Tampoco me era imprescindible: durante el curso vivía en Murcia y conocía a la perfección los horarios de autobuses hacia la capital o  hacia Cartagena y, a pesar de la incomodidad e impuntualidad de dichos autobuses, el cuerpo se hace a todo. Uno no sabe lo que es la libertad de conducir su propio coche hasta que la experimenta.
Acabada la carrera, me puse a trabajar como canguro de tres niños por las tardes, mientras preparaba la oposición. Ya no había excusas: el momento había llegado.
No me fue difícil, ni el teórico ni el práctico. Ese año saqué el permiso de conducir y empecé a trabajar de interina en Torreagüera y Las Torres de Cotillas.
Al principio me imponían los tres cuartos de hora de viaje y el tráfico del puerto de La Cadena (en aquella época con dos carriles y en obras). Pero poco a poco fui cogiendo el gustillo a ese tiempo de soledad y reflexión en la carretera antes y después de la vorágine diaria de todo centro de secundaria. Esos instantes de desconexión, subir la radio a tope cuando suena tu canción favorita (o cambiar de emisora porque suena Pablo Alborán), tararear otra vez ese CD que sabes de memoria y siempre se te olvida cambiar, pensar en aquello que te ha hecho sonreír durante la mañana, o en aquello que te ha hecho sentir mal; recordar el plato de comida que te está esperando en casa (o que tienes que preparar aún), visualizar el beso enorme que le vas a dar a tu hijo cuando lo veas... Todos esos instantes forman parte de tu vida laboral, aunque no figuren en ninguna parte.


En todos estos años, he aprendido a usar la Guía Repsol y a perderme en las carreteras de la Región. A los nervios de empezar en un nuevo instituto a mitad de curso, hay que unirle la excitación del cómo llegar y del dónde estará este centro al que me incorporo mañana. Estoy aprendiendo más geografía murciana de lo que hubiese imaginado nunca. He aprendido que Murcia está al laíco de San Javier y que Jumilla o Águilas, aunque estén lejos y se haga pesado el camino, son de visita obligada. Si me dieran a elegir el instituto de mi próximo destino, está claro que elegiría uno cercano. Pero también sería clara mi respuesta ante un hipotético tribunal prepara-interinos. Sí. Me encanta conducir.



4 comentarios:

  1. Me siento identificadísima. Durante los cuarenta minutos que necesito para llegar a Alcorcôn desde El EScorial, hago todo cuanto dices, desde la evaluación mental de alumnos a prácticas de karaoke, jejejeje. Hoy, además, tocó "skycar", o sea, nevada monumental o cómo no patinar en las rotondas! Besazos. Emilia

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    1. Jajajaja. Me ganas, Emilia. Yo he hecho "aquaplaning", pero lo de conducir con nieve aún no lo he experimentado ;) Un besazo.

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    2. Es bien y muy cierto lo que dices: el carnet de conducir es media carrera; te hace falta prácticamente para todo. Lo de la sensación de libertad es una de las sensaciones más reconfortantes que una persona puede tener. A mí, personalmente, conducir es una cosa que me relaja. Mi primer coche, de 3ª o cuarta mano, fue un GOLF II que entregué al desguace con 525.000km, aunque funcionaba bien ya echaba el humo dentro... y, en el actual, ya llevo casi 200.000. Me gusta esa sensación. No obstante, aunque parezcan muchos KM no son tantos, porque un amigo mío que es camionero me contó que entregó su SCANIA 113M 360 a la casa con 2.800.000. KM. sin averías.

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    3. ¡Madre mía! Sí son kilómetros... A mí me pasa lo mismo que a ti: conducir me relaja y, a veces, hasta me anima. Un abrazo.

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